Salí a la terraza del bungaló, llevaba en la isla apenas
cuatro horas y ya me sentía en casa, en recepción me habían avisado que el bungaló
que había escogido estaba un poco apartado, sin problema, era justo lo que quería,
no encontrarme con nadie, solo escuchar el mar.
Estaba oscureciendo, me puse el jersey calado que había
dejado sobre la hamaca, baje los tres escalones que me separaban de la fina
arena de la playa, camine hacia la orilla, me quite las zapatillas, dejando que
el agua salada mojara mis pies, mire ambos lados para decidir hacia qué dirección
empezar a caminar, sonreí, el lado más
largo, respire hondo y remangue mis pantalones, me concentre en el ruido del
agua al llegar a la orilla, ese suave burbujeo al ser absorbida por la arena,
mire la calma del agua, pese a lo clásico que pueda parecer, era un espejo,
camine con relativa rapidez, el estrés no había salido todavía de mí, pese a
intentar calmar mi respiración y ralentizar mis pasos, llegue al final de la
playa en menos tiempo del que hubiera querido, me senté en la arena, la luna
llena lo iluminaba todo, me permití liberar mi mente por un segundo, sin poder retenerlo me vino la imagen de su
cara, escuche su voz, había huido, sabía que esa era la razón por la que estaba
allí.
Luna Soler
Tu historia me ha llegado al corazón.
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