Llego a casa tarde, se había entretenido en el trabajo y había
acabado las fuerzas que le quedaban ese día, se desvistió, se puso el pijama y una
chaqueta de punto cálida, la casa estaba fría, se puso unos calcetines, se
desmaquillo, abrió la bandeja de sushi y una botella de vino blanco afrutado
muy frio, puso música clásica e intento relajarse mientras cenaba, las tres
copas de vino ayudaron bastante, estaba sentada en el sofá con las piernas
cruzadas, la bandeja ya estaba vacía, volvió a llenar la copa de vino, mientras
barajaba la posibilidad de bajar el nivel de alcohol en sangre con un helado de
chocolate, si le añadía unas cookies
migadas y un poco de sirope, había sido un día duro, una semana, un mes, a
quien engañaba un año ¿esa es la existencia que iba a vivir el resto de su
vida? La que seguía por rutina, madrugar
, recoger la casa, ir a trabajar, comer , nuevamente recoger, volver a trabajar
y no saber cuándo voy a terminar, juntar un día con otro, desde que se fue.
No había ganas de terminar antes, de andar
apurada por la mañana para llegar a trabajar por que habían hecho el amor sin
prisas, una lágrima se mezcló con el vino, se levantó para coger el helado, añadió
las cookies, relleno la copa, se tapó
con la manta.
Se desparto en el sofá, por la mañana con la alarma del móvil,
con dolor de cabeza y cuello, con la
tarrina de helado a la mitad, desecho, la botella de vino vacía.
Luna Soler
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