El día era perfecto soleado, armada con mi cámara, mi bloc
para dibujar y unos cuantos lápices me dispuse a parear por el Corso Buenos Aires
y adyacentes, era una zona muy comercial saturada de tiendas económicas , con
versiones de ropa de firma o marcando sus propias tendencias, mi trabajo consistía
en observar esa ropa, complementos, bolsos, los materiales en los que estaba
hecho, como estaba cosido, incluso de que color eran los botones o los herrajes
de una cartera, como era la puntera de un zapato y como el más mínimo detalle,
vestido por una mujer podía marcar una tendencia.
Me pase el día recociendo la gran avenida arriba y abajo
entrando en todas las tiendas incluso compre algo para que sirviera de muestra,
sentada en la terraza mientras comía, preparaba el informe de cada foto en mi portátil
mientras dibujaba un pequeño broche vintage que acaba de ver en una mujer, subida
en unos tremendos taconazos. Sobre las seis necesitaba una ducha y oxigenar un
poco la cabeza, decidí regresar al hotel, si no fuera por la cámara de fotos parecía
una milanesa más en plan sport, con mis vaqueros, una camiseta blanca, una americana de lino y fular turquesa al
cuello, con el pelo recogido en una coleta y el bolso bandolera cruzado. A cierta
distancia de pasar por la terraza donde estuve sentada ayer, vi que estaba apoyado
en la pared de la entrada el extraño camarero, me puse las gafas de sol no quería
que me viera mirarlo, al pasar por su altura, me sentí incomoda, sentía sus ojos encima de mí, justo cuando estaba a
su altura;
-buona será Signorina.- dijo sonriendo, sabedor de que nos reconocíamos,
al mirarlo con las gafas me fije más en su rostro, era moreno, de piel bronceada,
mandíbula marcada, pero cara aniñada, sus ojos eran de color verde oliva.
Embobada con mi examen de su cara, no articule palabra solo asentí
con la cabeza y seguí caminando en dirección al hotel.
Luna Soler
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