Su aspecto, ya te daba confianza, todo lo contrario que su
atractivo hermano Gianni, Luca era bajo, algo rellenito, con cara amable y una
pequeñas gafas de montura redonda, se podía hablar con él, sin embargo su
hermano era el típico guaperas, apenas soportable, al que le encanta dirigirte
la vida, creyéndose un gran seductor.
Deje a Luca con el papeleo y yo me fui directa a la
buhardilla, era mi habitación preferida, creo que era la que más parecía un
pequeño apartamento, al llegar a la habitación vi la puerta abierta, aun no la habían limpiado ¡esto no me podía estar
pasando a mí! Vaya viajecito ¿qué más podía pasar? baje de nuevo a recepción,
Luca me indico que le dejara la maleta y subiera al segundo piso a la cafetería
donde servían los desayunos, en lo que me tomaba un café mi habitación estaría
hecha;
-perdonare l´inconveniente
Anna.- dijo con disgusto, mientras ordenaba son severidad, que se
limpiara mi habitación de inmediato.
Subí al segundo piso y María me hizo un expreso bien cargado
y un panecillo di prosciutto, con tomate
y rucula.
En veinte minutos,
estaba en mi habitación deshaciendo la maleta, me di una ducha, me cambie de
ropa, deje mi llave en recepción, al cruzar la puerta aspire el aire de Milán,
asfalto, trafico, gente y un aire lleno
de charlas temperamentales y musicante italianas de los bulliciosos transeúntes
milaneses, estaba en casa .
Me dirigí al pequeño túnel de metro donde estaba la agencia
de viajes, quería quitarme de encima los billetes para Bologna, al bajar las
escaleras me di cuenta de que los escaparates y el suelo estaban sucios y al
mirar la puerta de entrada y ver un enorme cartel de se alquila, me di cuenta
de que habían cerrado la agencia. En fin pensé otra incidencia más para este
viaje, inconscientemente toque el ónix negro que llevaba al cuello, contra la
mala gente estaba protegida, pero contra los malos comienzos de viajes no.
No me quedaba más remedio que ir a la estación central, iría
caminando era un buen paseo pero necesitaba
aire y caminar, fui observando las tiendas
nuevas según me metía por
diferentes calles, para acortar el camino, hacia una temperatura estupenda, al
llegar al parque que está en frente de la estación, no pude por menos de
pararme a ver el edificio que tenía ante mí y los edificios que la rodeaban, la
estación parecía un enorme titán de mármol
blanco, a un lateral el siempre impresionante
el Hotel Le Meridien Gallia, entre en la estación, en Italia los trenes
funcionen genial, muchos horarios y
puntualidad, pero aprendí algo en mis primeros viajes, un billete no te da
derecho a asiento, así que o te haces una reserva de asiento o vas de pie todo
el viaje, me dirigí a las ventanillas, había muchísima cola, me arme de
paciencia y espere que fueran rápidos, eficiencia italiana, al sacar mi
billete, me confirmaron que tenía que pasar a otra zona para reservar mi
asiento, quince personas delante de mí, el día estaba siendo nefasto, era un día
completamente perdido, de vuelta al Corso buenos aires, decidí sentarme en una
de sus pequeñas terrazas a comer algo eran las siete y media y quitando en
panino de María, no había comido más, me senté en una mesa vacía al lado de una
pareja que no paraban de hablar, gesticulando mucho con las manos;
-una birra media,
grazie.- dije al camarero sin darle tiempo a que me diera las buenas tardes, asintió
con la cabeza observándome en exceso.
Era nuevo, yo al menos no lo había visto en las anteriores
visitas, me sirvió la cerveza y debió de verme cara de hambre porque me trajo
como cinco platos de cosas diferentes para picar. Yo observaba a los transeúntes
su ropa, su estilo, el bolso, los zapatos, el colorido y el me observaba a mí,
mi justificación era deformación profesional
¿Cuál era la suya? Decidí ponerme la americana y de paso con la mayor
naturalidad las gafas de sol para poder observarle, estaba oscureciendo no veía una mierda, creo que se dio cuenta de
mi gesto, por la expresión divertida de su cara, muy bien Anna, tan buena
disimulando como siempre.
Luna Soler
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