Lo prohibido

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Iba por el segundo café y los nervios a campaban en mi estómago  y no hacía más que mirar el móvil, una hipnótica necesidad de ver si me había contestado, visualizando la pantalla cada cinco segundos ¿pero estaba haciendo? Me estaba volviendo loca ¡estaba casada!
No pensé cuando lo conocí hace tres semanas, que iba a remover mi vida por completo, solo fue una bravuconería, si le di mi teléfono sin más, esto de salir sola con amigas que  te retan a que le des tu número a un desconocido, no es recomendable. Esa noche me fui con la sensación de ser una quinceañera, ligando un sábado por la noche.
¿Qué buscaba? No lo sé, quizá un poco de atención, sentirme mujer, una mujer deseada, pero ese no es el primer porque, el primer porque es porque respondí su primer mensaje, continuando este juego de seducción inocente ¿inocente? A quien quería engañar, a mí la primera, por supuesto, diciéndome que solo era una amistad, él sabía que estaba casada.
Mensajes inocentes por parte de ambos hasta las dos y las tres de la mañana, terminar quedándome dormida en el sofá, dándome la excusa perfecta.
El segundo fin de semana, yo no quede con él, no le comente nada de que volvía a salir con mis amigas, no puedo describir mi cara porque, no me vi, pero aún recuerdo lo que sentí, ese golpe dentro del estómago, mi corazón acelerado y mis ojos mirando al suelo al verle sentado con el marido de mi amiga y otros conocidos del grupo. Sentía sus ojos encima de mí, los mios le esquivaban, cuando tuve el valor de levantarlos lo tenía justo delante de mí;
-buenas noches Alma, bonito vestido.- dijo arrastrando las palabras, con voz sensual, profundamente masculina.-
En ese momento mi voluntad se cayó al suelo, y quede tentada de mirar por un momento pensé que también se me habían caído las bragas.
Cohibida por que mis amigas notaran algo, fui incapaz de articular palabra, buscando una vía de escape;
-hola, me voy a buscar una copa, dije sin mirarle, girándome para pedir la copa, el divertido me siguió, de camino a la barra pasamos por la pista de baile, me sujeto del brazo, para pararme;
-¿sabes bailar? ¿Te gusta?- me cogió de las dos manos la que me pusiera frente a él.
-si
-¿si sabes o si te gusta?
Preste atención a la música que sonaba en ese momento,  estaban cambiando de canción y pusieron salsa, no estaba acostumbrada a bailarla con pareja. Antes de que pudiera contestar ya me había agarrado de  la cintura y de un empujón me pego a su cuerpo, sentía su aliento en mi cuello, su olor, sus manos moviendo a mi cuerpo, pegado al suyo, no veía a nadie, solo le sentía a él, sensual, sexual, oía su respiración ronca, mis suspiro cada vez que en entrelazaba sus piernas con las mías, apretó con más fuerza mi cintura, dejándome sin respiración, justo en el momento que terminaba la canción, nos quedamos un minuto en la misma postura mirándonos:
-creo que necesitamos una copa.- dijo cogiéndome la mano y llevándome a la barra.- ponnos dos aguas, y me miro para preguntarme que quería.
-coca cola.- dije levantándome el pelo de la nuca para refrescarme, en ese momento me estaba mirando ofreciéndome el agua, note sus ganas de besarme, cogí la botella de su mano, la abrí rápidamente y bebí hasta casi terminarla, él se pasó la botella fría por la nuca.
Desde esa noche no hubo barreras, nos lo contábamos todo, que hacíamos, que sentíamos, que queríamos ser, buenos días, buenas noches, que opinábamos el uno del otro, ambos de carácter fuerte, orgullosos, pero sin maldad, a veces discutíamos, la mayoría de las veces provocado por mí, por mis miedos, el terror de saber lo que sentía y si me planteaba algo, el disgusto que daría a mi marido y mi familia, pero la necesidad de él era tan fuerte que me nublaba la razón, el criterio, lanzándome a la piscina sin agua, pero sin sentir dolor al caer en el cemento, nunca lo rozaba sus brazos me acogían antes de llegar a el.
Intentábamos asistir los dos a cenas o cualquier quedada que hacia el grupo de amigos para aunque solo fuera, rozarnos alguna parte del cuerpo al cruzarnos en el pasillo.
Mis nervios de hoy, era porque por iba a alquilar una habitación de hotel, él me estaba presionando últimamente para pasar más tiempo conmigo, yo me enfadaba, necesitaba tiempo, sabía que me había enamorado de él, pero no podía hacerle esto a mi familia, me buscaba justificaciones,  pero sabía que ya no quería a mi marido, me había acomodado en una vida monótona, con una persona  por la que solo sentía cariño, limitándome como mujer y profesionalmente.
El me hacía sentir que podía conseguirlo todo, me planteaba cambiar de trabajo, incluso había hecho un par de entrevistas. Recibí el washap con la dirección del hotel, nos veríamos a la hora de comer, sabía que lo que iba a pasar y me sentía como si fuera mi primera vez.
Me esperaba arriba en la habitación, llevaba un vestido y la americana  quitada, di dos golpes tímidos a  la puerta, cuando abrió me miro de arriba abajo, el llevaba vaqueros y camisa blanca, adivine al fondo de la habitación su chaqueta en una silla, me hizo pasar y cerró la puerta;
-no puedo esperar más, luego hablamos, te lo prometo.-cogió mi boca con la suya, frenético, estrujándome contra él, yo arañando su espalda por encima de la camisa, con un movimiento rápido me quito el vestido, me llevo en volandas a la cama, depositándome en ella, colocándose el encima de mí;
-¿Cómo he sobrevivido, sin estar tú en mi vida?-dijo como un susurro, en ese mismo momento yo me estaba haciendo la misma pregunta.


Luna Soler

Luna Soler

Escritora

Soy Luna Soler. Una escritora novel con muchas inquietudes y muchas cosas que contar, algo tímida, inconformista y soñadora empedernida. Como mi nombre indica: luna y sol, sol y luna. Contraste en estado puro.

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