Bailaba en el salón, sola, escuchando a todo volumen la música
que llegaba a sus oídos, atraves de los auriculares. Con un camisón corto,
intentaba bailar los sueños de la noche anterior, al rozar su cuerpo, las imágenes
compartidas con él, le llegaban como un flash, reviviendo el momento, sonreír
al pensar la inocencia del momento, yo pensaba que no iba a dar el paso, pero me retuvo, paso su
mano por mi cintura y acerco sus labios, sentía el hormigueo en mi boca, su
calor y el hondo pozo de nervios en el estómago y a la vez tanta paz.
Terminar abrazados, percibiendo su olor en el cuello, un
olor que no me abandonara nunca, igual que la sensación del suave roce de su
boca sobre la mía.
Mi cuerpo se estruja, se dobla maltrecho y sale el llanto
involuntario, al darte cuenta que ya no hay nada, un movimiento equivocado,
precipitado, descolocado, lo rompe todo.
Vuelven las preguntas… otra vez me vuelve a ocurrir lo mismo,
una vez más soy, la que se queda sola, con sus sentimientos, con la ansiedad de
querer sentirse querida, aunque solo sea una vez.
Me siento como una mujer rota, a la que le toca frenar
contantemente lo que siente y lo que puede dar, porque no encuentra a la
persona adecuada, cansada de ser la que sufre, la que le toca pensar, dar vueltas
y más vueltas… tonta.
Una mujer fuerte que supera el dolor, el tiempo, la decepción
y la ausencia, con momentos íntimos de llanto en soledad. Levantando la cabeza
y sonriendo.
Luna Soler
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