La luz que veía al final del túnel, iluminaba la estancia, allí estaba yo sentada en el suelo, con el corazón pletórico y el cuerpo lleno de amor a la espera de poder verlo a él y disfrutar, derrochar y volver a llenar.
La tempera roja se vertía por mis dedos el pincel que usaba para pintar un corazón en la pared era demasiado grueso, pero así el corazón quedaba más relleno, como en tres dimensiones. Tan feliz como yo.
Luna Soler
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