No vi quien me dio mi llave, no escuche lo que me dijo,
llegue a mi habitación, me quite la ropa empapada poniéndola en las sillas, acercándolas a los radiadores,
para que se secara, me metí en la ducha dando el agua lo más caliente posible,
estuve un buen rato debajo del chorro de agua, intentando no pensar en lo que
lo había pasado.
Me puse el pijama, hice el informe, revise los billetes de
tren a Bolonia, salía a las 10:20h y tardaba más o menos una hora era un tren
rápido, tenía que ver a varios
proveedores, un desfile y patearme la ciudad, la vuelta la tenía relativamente
pronto no me gustaba volver demasiado tarde, mire la vuelta 17:23, en algo más
de una hora estaba en la estación central,
perfecto, no me gustaba volver andando sola cuando ya había oscurecido desde la
estación.
Me metí en la cama y decidí leer un rato para relajarme y no
pensar en lo bien que besaba Marcus, en lo bien que tocaba, diez minutos más
sin interrupciones y habría sabido lo bien que follaba, lo gracioso era es no
nos habíamos dado los teléfonos, si esta noche el dejara de trabajar en esa
cafetería, no nos volveríamos a ver, eso me hacía añorar que lo de esta tarde
no hubiera llegado al final, me hacía desearlo más, esboce una sonrisa, no
sabía que mañana yo no estaría en Milán, a ver sé que es un hombre no iba a
pasarse el día pensando en mí, bueno quizá al haberse quedado a medias… vale
que no, voy a ponerme a leer. Me quede dormida después de dos horas intentando
leer las primeras páginas del libro sin conseguir retener lo que leía.
Sonó el despertador a las ocho y media de la mañana, no me
gustaba andar con el tiempo justo, a las nueve y media pasadas ya estaba lista
y comenzando a desayunar;
-ciao Maria, un espresso
doppio, con un pó di latte, grazie.
-ok, buon Giorno Anna.
Que buen sienta un buen desayuno y pensar que en casa era un
zumo, café y cuatro galletas, le deje la llave a Luca y salí en dirección a la
estación central, parecían las doce de la mañana por el ajetreo que se veía en
las calles, en Milán podías andar por la
calle a las seis de la mañana y parecían las nueve en Madrid, las seis o más
era a la hora que volvíamos de juerga.
Por enésima vez me quede embobada mirando el interior de la
estación, compruebe la vía, tique el billete en la vía que estaba mi tren,
caminando por el andén, busque mi carroza, dentro de ella mi asiento al lado de
la ventana tenía dos asientos de frente que aún no habían sido ocupados, con
mesa en el centro, puse mi móvil y el libro que intente empezar ayer, el viaje
solo duraba una hora y media, pero nunca se sabía, esta vez hice el viaje sola.
El aire era fresco al llegar a Bolonia, te tocaba un paseíto
hasta llegar a la zona centro, al taller de Paola, después vi el desfile, no devearía
estar allí, de forma independiente sin dar a conocer mi profesión, me permitía
ver la moda preta porter, una pequeña ocultación que me dejaba hacerme una idea
de las tendencia que pensaban ellas se determinaría la próxima campaña.
Busque la trattoria que estaba debajo de los soportales,
bajando un pequeño tramo de escaleras ya olía a pasta y pizza recién hecha. Salude
a los dueños, era la cuarta vez que me veían en su casa, pero guardaban buena
memoria de mi cara, me buscaron mesa y me pusieron un plato de olivas y pan de
pizza, una pequeña jarra de vino tinto, les dije que quería pasta, que me
pusieran la que ellos quisieran, siempre estaba dispuesta a probar cosas
nuevas.
Estaba a medio plato de mi pasta rellena con un toque picante,
cuando vi que Marcus, se sentaba de frente a mí, en los primeros segundos, no
asimile que estaba allí, o como sabía que yo estaba allí en ese momento;
-¿tú que haces aquí?- dije indignada, mirándole con cara de
no entender nada.
-no deberían de haberme visto contigo.- dijo sin alzar mucho
la voz, queriéndome coger la mano para que me levantara.
-¿Qué haces?-casi grite, soltándome.
-esa parece tu pregunta favorita.- dijo enfadado, volviendo agárrame
la mano con fuerza, puso dinero encima de la mesa más que suficiente para pagar
mi cuenta.- levanta, sonríe, coge tus cosas y despídete, que nos vamos.
Tirando de mí ya me había levantado;
-¿estás loco? Suéltame, yo no voy contigo a ningún sitio.
Se acercó, con voz suave, pero firme;
-vendrás y no armaras ningún escándalo, créeme no te interesa
y dejaras que me explique, para que entiendas esta situación.
Me lo dijo tan serio, mirándome a los ojos que decidí
seguirle, sin rechistar, al menos de momento.
Luna Soler
Luna Soler
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