Entre en la cafetería no quería esperarla fuera, ese local
me hacía sentir bien, era como estar en mi salón, mesas informales, lámparas de
mimbre y olor a tarta recién echa, últimamente cuando quedaba con Alma, siempre
quedábamos allí, momento de confesiones entre dos amigas, que eran como hermanas.
Le envié un wasap para decirle que la esperaba dentro,
pasados cinco minutos apareció;
-¡¡hola!!- dijimos las dos a la vez, dándonos un fuerte
abrazo.
Había escogido un rincón apartado del resto de la gente que
estaba en el local, soy muy expresiva a la hora de hablar y quería poder hablar
con tranquilidad.
-bueno cuéntame- dijo quitándose el abrigo.- hace mucho que
no nos vemos ¿Qué tal David, ya le quitaron la fedula?
Como no, me lo ponía fácil, no sabía que venía a hablar de
David, pero su sexto sentido ya me abría el camino.
Pedimos una infusión de frutos del bosque para mí y café con
leche para ella, acomodadas ya en la mesa, ignorando su pregunta, fuimos
poniéndonos al día, familia, trabajo, algún problema de salud y con eso volvió a
insistir en la fedula del brazo de David, mi compañero de piso, el piso era de
el y yo le alquile una habitación hace cinco meses y medio, fui reticente a la
hora de irme a vivir con él, habíamos trabajado juntos un año y pico antes,
quedo una amistad y un par de intentos
de ligar conmigo, pero la situación en la que me encontraba no me dejaba otra opción.
Al conocerlo mejor, me di cuenta de que no era el tipo de persona
que yo creía, más detallista, humano, el vacileo constante de querer algo
conmigo, ya no me disgustaba, me hacía sentir alagada, se volvió una costumbre,
al igual que forma de ignorarlo, como si no tuviera importancia o creyera que
pudiera ser cierto. La comodidad de saber que alguien está por ti, creer que será
así siempre o hasta que tu estés preparada para cambiar esa situación.
Desde que se partió el radio del codo izquierdo, no quedó más
remedio que echar una mano en cosas que compartes más con una pareja, que con
una compañera de piso, momentos sencillos del día a día, que la fedula le impedía
hacer, sin poder evitarlo me había despertado en su cama, después de intentar
que se durmiera llevándole las almohadas de mi cama, para que pudiera apoyar el
brazo, y el dolor se calmara. Despertarme apoyada en el lado derecho de su
pecho y gustarme la sensación;
-se la quitan en un rato, ya tiene menos dolores, a ver
ahora cuando comience la rehabilitación.- dije sin mirarla a los ojos, mis
dedos jugaban con el saquete de azúcar, hasta que lo desgaste tanto, que el azúcar
se esparció por la mesa.
-algo más que contarme…
-creo que estoy enamorada de él, después del médico, vamos a cenar, se lo voy a decir.-añadí
mirándola directamente a los ojos, deseosa de ver su reacción.
-ya era hora, creo que estas enamorada de él, desde que
pasaste el primer mes en su casa.
-no estaba preparada.- mi voz era un susurro, cabizbaja
intentando recoger el azúcar.- no estaba preparada para reconocerlo, en ese
momento no era buena para David.
-quizá tengas razon, pero al esperar tanto podías haber corrido
el riesgo de que se enamorara de otra.
-lo sé, me voy tengo que ayudarle a terminar
de vestirse y llevarle.
-aprovecha la cena, no tengas miedo, anda vete, ya decía yo
que te habías puesto muy mona para tomar un café conmigo, marcha, yo pago.- se levantó,
nos abrazamos.
- te quiero, gracias.- le di un sonoro beso en la mejilla y
me marche camino de casa.
Le observaba en la sala de espera, parecía nervioso, la médico
llevaba cuarenta y cinco minutos de retraso cuando nos llamaron, el insistió que
pasara con él, le ayude a quitarse la chaqueta, para que pudieran hacerle una ecografía
del codo, note la mirada inquisidora de su medica, que con agrado lo habría hecho
ella, de buena gana me habría preguntado quien era yo , si no hubiera sido por
que estaba demasiado ocupada desviviéndose por David, a el parecía agradarle,
se dejaba querer, no me extraña que la consulta llevara retraso, como
coqueteara así con todos sus pacientes, finalmente me entere de que la doctora había
ido a la misma universidad que él y ella averiguo que yo solo era su compañera
de piso, irónico, ¿estaban quedando para cenar esta semana? Ella con risita
tonta, le decía que tenía su teléfono en su ficha y el parecía encantado, me
miraba como si me tuviera que alegrar por él, será idiota, seré guilipollas.
Salí de allí malhumorada, ni cena ni ostias, a casa a
encerrarme en mi habitación a comer helado, el feliz con cabestrillo y sin
fedula, se acoplo al cambio de planes
sin oponer resistencia, compramos unas hamburguesas de camino y así no tendría que
hacer cena, puse las hamburguesas sobre la mesa del comedor, serví las bebidas
y puse los cubiertos;
-¿te ocurre algo estas muy callada? ¿Qué te ha parecido Elena? Las vueltas que da
la vida, volver ahora ¿te puedes creer que sea mi médica y hayamos quedado para
cenar? ¿Silvia te encuentras bien?
-¿Elena? A si tu médica, me alegro por ti, no me encuentro
bien, me voy a mi habitación.-me levante de la silla, dirigiéndome a mi habitación,
el me siguió.
-Silvia háblame ¿Qué te pasa? ¿No quieres hablarme? –dijo sujetándome
del brazo, apoyándose en la puerta para que no pudiera cerrarla.
-no.- chille, con voz rota. El intento abrazarme, yo
zafarme.
-¿no, que?-añadió desconcertado.
-no quiero que cenes con Elena, no quiero que ni siquiera te
lo plantees, no quiero que me preguntes que me parece ella, no quiero que te
guste Elena, no quiero que pienses en otra mujer que no sea yo.- dije por fin
incapaz de callar por más tiempo, me hundí en su pecho.- no quiero que por
haber esperado tanto, haya perdido mi oportunidad.
-¿la oportunidad de qué? ¿Para qué?- me sujetaba la cara con la mano libre, limpiando mis lágrimas.
-para decirte que estoy enamorada de ti.
Apenas había terminado la frase ya tenía sus labios en mi
boca.-un suspiro entrecortado, escéptico salió de mi boca ¿me estaba besando, que significaba esto?
-Elena, no significa nada para mí, si hubiera sabido que dándote
celos, hubiera logrado que te abrieras a mi, lo habría hecho antes.- me susurro
al oído, le solté un pequeño golpe en el pecho, al mirarle vi que sonreía,
nuestros ojos brillaban, nos volvimos a besar caminamos hacia el centro del dormitorio;
-trátame con cuidado que todavía estoy convaleciente…
Le quite la chaqueta con cuidado, le solté el cabestrillo y
le quite la camiseta, se lo coloque de
nuevo, el me miro contrariado;
-túmbate en la cama.- le quite los zapatos, los
calcetines y lentamente el pantalón.
-Silvia.- le calle poniendo un dedo sobre sus labios.
-ssh, esta noche mando yo.
Luna Soler
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