Ojos Hambrientos. Capitulo 10

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El despacho de la inmobiliaria estaba cercano a la que iba a ser mi casa, llegamos en un breve paseo, una vez firmado el contrato, quedamos con Fabio en el Ristorante Gaucho, él lo conocía, era un restaurante especializado en carnes, con menú diario.
Cuando llegamos Fabio ya estaba en la puerta hablando por teléfono, nos hizo un gesto con la mano para que nos acercáramos. Hacía mucho tiempo que no coincidíamos, seguía igual de guapo, era el típico italiano de buena estatura, moreno, de ojos ligeramente verdosos y piel tostada, mi amiga había sabido escoger, un hombre bueno, trabajador,  súper cariñoso y encantador con sus amigas. 

Cuando colgó el teléfono, nos dio un beso a cada una y nos dijo que podíamos entrar había reservado ya una mesa. Le pusimos rápidamente al día de todo, quitándonos la palabra la una a la otra, para divertimento de él;
-¡me alegro por ti Daniela! A mí me va venir muy bien estaré más tranquilo dejando a
mi chica en buena compañía, últimamente me toca viajar tanto.-dijo Fabio.
-¿estás seguro de que soy buena compañía?- dije riéndome.- si ya me comento Valeria
que te toca estar casi toda la semana fuera.
Él nos miró a las dos antes de contestar, mostrando una sonrisa encantadora:
-si, Dani eres la mejor compañía, me gusta veros juntas.- dijo cogiéndonos a las dos de las manos.- esto hay que celebrarlo, ¿que vino queréis beber?
Ambas nos decidimos por un espumo blanco afrutado, que bien comimos, pasando un rato entre risas, se les escapo que quizá en una fecha cercana, podría haber boda, ambos tenían buenos trabajos, llevaban juntos un tiempo y se querían con locura se les notaba cuando se miraban.
Me tuve que  despedir de ellos, pasadas las cuatro y media, andaba muy justa para llegar
a las seis al hotel de Alessandro. Quería darme una ducha y cambiarme de ropa. Cogí un
taxi, en menos de diez minutos estaba en la puerta de mi hotel. Me di una ducha rápida
y repase mi maquillaje, eche un vistazo rápido mirando que había traído de ropa, creía
haber metido un mono de color coral fuerte, de tela vaporosa, pata ancha y palabra de
honor,  tenia una tira que pasaba hasta detrás del cuello, para fruncir el pecho, me puse la americana azul marino y un fular coral más oscuro que el mono, que había comprado
con Valeria, unas cuñas con plataforma, me perfume el escote y las muñecas, las seis
menos veinte, tenía el tiempo justo, bueno y si llegaba unos minutos tarde, tampoco
pasaba nada.
A paso rápido cruce el Duomo, directa al corso Venecia, no me ubicaba por la ciudad
solo había mirado un minuto el mapa del hotel, preferí ir a tiro hecho ¿a qué altura caía
el hotel en el Monte Napoleone? Pensé,  prácticamente estaba al principio, acerté, genial.
 La fachada y la recepción del hotel eran puro lujo, me quede con la boca abierta dando vueltas sobre mi misma, hasta que le vi a él,  vaqueros, camisa blanca, americana de lino  azul canard, fular de lino en tono natural, defecto profesional,  cuando me vestía yo o veía a alguien era como vestir a un maniquí, me fijaba en toda su ropa, una locura. Respire hondo… me marchaba mañana, las preguntas se agolpaban en mi cabeza ¿no quería que esto  fuera un simple rollo de un día? Aunque yo viviera en Milán, él viajaba por todo el mundo ¿podría llegar a ser esto una relación seria? pero que películas me monto, pero si no ha pasado nada ¿si me acuesto con él esta noche y punto?  Moví la cabeza queriendo sacar los pensamientos.
El mientras se acercó a mí con paso grande y mi sonrisa preferida en los labios, me cogió las dos manos, me miro de arriba abajo, me dio dos besos en la mejilla, justo cuando íbamos a empezar andar, se volvió a girar hacia mí, paso su mano por el cuello;
-me lo he pensado mejor ¿puedo?-lo dijo bajito, mi boca ya estaba abierta esperando su
beso.
Hum, que manera de agarrarme, conseguía dejarme sin respiración con solo un beso, me
pegaba a él como dos partes que encajan a la perfección, hacer el amor con él iba a ser
increíble, iba a ser la ostia, como diría Juan, ¡mierda Juan¡ todavía no le había llamado, esta noche sin falta.
-¿Dónde quieres ir primero, amor?- dijo Alessandro, sacándome de mis pensamientos.
-te refieres ¿Cuándo baje de las nubes? - dije alegremente, con la mariposas ya en el
estómago.
Salimos a la calle, me cogió la mano;
-¿bien?- dijo mirándome y luego mirando ambas manos unidas.- ¿Dónde vamos?
¿Encontraste piso?
-sí, sí, Aless acabo de alquilar un piso precioso en el Corso Vercelli, amueblado todo
con muebles de cerezo…¡¡¡ que cocina!!! Te encantaría.- dije eufórica, mientras
caminábamos de acera a acera.
-es una zona muy buena ¿a qué altura cae el piso?
-al principio de la calle el número dos, un cuarto piso, con una luz increíble, mira hay
esta Furlani, que maravilla de escaparate…-le tire de la mano y fuimos hasta la tienda.

Un maniquí vertido con cuerdas cadenas dando forma a un vestido de época, con su
meriñaque, el pelo era ¿cáñamo? imitando un moño extra voluminoso, con los brazos
estirados sujetando un bolso en tonos pastel. Entramos, los bolsos eran divinos, otra
cosa apuntar, necesitaba un bolso cómodo y grande, me había fijado en las italianas y
muchas llevaban dos, un tipo paquetero y otro bandolera o porta documentos,
dependiendo de su trabajo, me imagino.
Pasamos la tarde entrando en todas las tiendas, yo tirando contantemente de su brazo
para enseñarle cosas e ideas, haciendo fotos a escondidas mientras el entretenía a la
dependienta, terminamos en la Via la Spiga, con un bolso nuevo y un terrible dolor de
pies.
Nos sentamos en una terraza, ambos habíamos comido mucho y decidimos cenar
de picoteo, luego, me dijo Alessandro que me llevaría a la mejor heladería de Milán.

Pedimos un par de cervezas y empezaron a llegar bandejas con olivas, mini panecillos con tomate y queso de búfala, patatas fritas, mini bocatas de prosciutto y canónigo, con unas gotas de aceite de oliva, cuadraditos de pizza.
-no sé qué nos cobraran por la cerveza pero asi da gusto.- dije mirando todo lo
que había encima de la mesa, la cerveza estaba fría, resultaba reconstituyente.- que
buena.- dije probando una oliva, brinde con él, se le veía feliz. No dejaba de jugar con
mis dedos o mi fular, escuchándome mientras hablaba, mirándome a los ojos.- bueno ¿y
que tal tu día?
Termino de masticar el panecillo que comía;
-bien, no ha estado mal, he cerrado varios negocios y me toco comida de empresa, pero
me marche de la feria antes de que la clausuraran.- dijo con cara de satisfecho.- pero
mírate a ti, hoy has aceptado un contrato de trabajo a miles de kilómetros de los tuyos,
de todo lo que conoces, has alquilado un piso y en unas horas vuelves a Madrid para
empaquetarlo todo y venirte a Milán definitivamente…
-joder, dicho así, me está dando miedo.- dije riendo apoyando la mano en su rodilla.- no
tengo miedo, aquí tengo a Valeria… estoy segura de que voy hacer amigos en
seguida… el trabajo que voy a realizar es el sueño de mi vida, esto me ha ido a pasar, en
el momento que más lo necesitaba.
-lo sé, yo hoy, he estado hablando con una empresa, no se…-le había cambiado el
semblante, estaba dubitativo.- te vendí muy bien, eso de que llevo la vida que quiero,
viajando por todo el mundo, sin compromisos, ni ataduras, siendo mi propio jefe, pero
cuando veo decisiones como la tuya, mi mundo se viene abajo…
-¿qué quieres decir? ¿Cómo que se viene abajo?- dije atenta a sus palabras, no entendía a que venía ese comentario.
Estaba serio, pensativo, como si no encontrara las palabras adecuadas.
-he hablado con una empresa que se dedica hacer lo mismo que yo, pero solo en Milán,
cuando patenta, se dedica a distribuir su producto por todo el mundo, piensan que yo
tengo un olfato especial, para detectar lo que va a funcionar o no. Me he planteado
seriamente si aceptar el puesto.- me miro por primera vez desde que había empezado
hablar.
Era como si quisiera saber mi reacción si pensaría que esto era por mí, para que nos
vamos a engañar, el globo con forma de corazón se hincho hasta casi estallar, pero me
negué a darle a conocer esos sentimientos, tenía la intuición de que era del tipo de
hombres, que no aguantaban a las histéricas, que en un momento como este, se le echan
al cuello y le dicen que le quieren. O las que se hacen ilusiones de matrimonio e hijos, ¡Daniela otra vez las películas¡
-¿estás hablando de tener un trabajo en un sitio fijo? ¿Pero en que te ha podido afectar lo que he hecho yo? ¿Estás cansado de viajar?-pregunte.
- sí, estoy cansado de viajar, de no tener una casa a donde volver, de tirarme tanto tiempo fuera de ella, que ya no sé si tengo comida en la nevera, de preguntarme cosas como, la última vez que me acosté en mi cama ¿cambie las sabanas? Conocer un montón de gente y no poder mantener las amistades, porque cuando vuelvo a mi casa han pasado meses sin quedar.-se había inclinado hacia mí y jugada con mis dedos entre sus manos
-te entiendo, llega un momento que necesitas centrarte, estabilidad, aunque sea
momentáneamente, mira si decides aceptar, tendré otro amigo en Milán.- dice, no sé si
por quitar importancia a la conversación, con el ultimo cometario pretendía relajarle un poco y una vez que lo solté me pareció, que quizá le resultaría que quería forzar la situación, no sé yo solo me refería a nuestra amistad.
No estaba muy segura de que lo que veía en su cara, era que quería que fuéramos más
que amigos, o que ni el mismo se creyera que quisiera ser su amiga, o si pensaba que era una inconsciente, no supe descifrarlo, charlamos un rato más, temas superficiales, uno observando las caras del otro y yo comiéndome la cabeza, con el porque de haber dejado la conversación en ese punto.
Insistió en coger un taxi en vez del metro, a esas horas no le gustaba cogerlo, para ir al corso Buenos Aires, el taxi nos dejó a la puerta de una tienda que vendía delicatesen de fruta, bebidas y por supuesto helados. Tenía dos bancos de hierro forjado en el exterior de la tienda, a ambos lados de la puerta, yo pedí el helado de chocolate y avellana, Alessandro de queso con frutas del bosque.
 Nos sentamos en un banco de la puerta, entre risas, contándome experiencias de sus viajes;
-jajaja en serio, ¿se pensaba que eras agente secreto o qué?  perdona, dije sin parar de reír.
- los informáticos son gente un poco rara, no todos pero la mayoría…- dijo riendo el también.
Saboreamos el momento y el helado, sabiendo que quizá fuera la última vez que nos viéramos. Volvimos a coger un taxi para ir a mi hotel, pero nos bajamos en el Duomo, me acompaño los metros que me separaban del hotel. Casi habíamos llegado a la puerta cuando me paro;
-¿Qué pasa?- pregunte tímidamente, no voy a negar que de camino al hotel había pensado varias veces, si me atrevería a decirle que si quería subir.
-dame un minuto.- dijo.
Me empujo ligeramente hacia la pared, apoye la espalda, me agarro de las dos manos
que caían a los laterales de mi cuerpo. Empezó a darme besos pequeños, lentos, rozaba
su legua contra mis labios, yo debatía las manos impotentes, mi respiración se hizo más
fuerte, intentaba aproximarme, me lo impedía con fuerza. Apoye la cabeza en la
pared y la levante hacia él, abrí la boca y le miré a los ojos llena de deseo, quería que me volviera a besar, respiraba con dificultad;
-Alessandro ¿qué haces? – mi mirada era anhelante.-besame...
Solo entonces me soltó las manos, pasó las suyas a mi nuca llevando mi boca hacia él,
mi cuerpo se tensó, para sujetarme, estrecho su cuerpo contra el mío, yo lo sujete
fuertemente con los brazos, no quería que parara, no quería que terminara jamás.
Paramos un momento, como si adivinara que le iba a pedir que subiera a la habitación,
me puso el dedo en la boca;
-sssshh… mañana los dos tenemos vuelos por la mañana, a dormir.- dijo con media
sonrisa.
-¿Qué? Va la segunda vez que me haces irme con este calentón… ¿esto te perece normal?-dije furiosa, estaba muy enfadada, estaba claro que no dominaba la situación.
Me volvió a besar;
-para, quieres ¿porque coño me besas si me dejas con las ganas?- dije apartándome.
-hasta mañana, que sueñes con los angelitos, porque yo soñare contigo, te llamo por la
mañana.- me subió el mentón y deposito un instante sus labios sobre los míos, que
tenían un mohín de enfado.
Muy, muy cabreada, me fui andado hacia la puerta del hotel, cuando levanto la mano
en forma de saludo de despedida, le saque la lengua, haciéndole el gesto del dedo,  me metí en el hotel sin volver a mirar atrás. Reconozco que la situación se me estaba escapando de las manos, nunca me había enrollado con un tío así, había
mantenido muy pocas relaciones y esto me iba grande. Mas con un hombre que se le

veía acostumbrado a… estar con mujeres,  me descolocaba por completo, le deseaba, a veces incluso me gustaba que me manipulara y pusiera mis estrechas normas, patas arriba. 

Luna Soler

Escritora

Soy Luna Soler. Una escritora novel con muchas inquietudes y muchas cosas que contar, algo tímida, inconformista y soñadora empedernida. Como mi nombre indica: luna y sol, sol y luna. Contraste en estado puro.

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