Sin
lograr mantener su mirada fija, caí en la cuenta que no había apagado mi móvil
al
subir
al avión, excusa perfecta para respirar y conseguir comportarme con normalidad.
Sonreí al pensar que tenía que mandar un
sms a Juan contándole la situación y describirle al pedazo de italiano que tenía al lado, pero él no parecía
dispuesto a dejarme escribir el sms;
-perdón
¿española? Yo no sé tú, pero a duras
penas, logro estar las dos horas que
dura
el viaje, sin móvil.- dijo al observar que escribía en mi móvil, el también
manipulaba el suyo, para apagarlo.
Deje
de escribir al intentar estar atenta a lo que me decía, con su musical acento.
Trate de comportarme con normalidad, no se me daba bien conocer a gente nueva;
-sí,
soy española, tienes razón, como si no pudiéramos estar sin comunicarnos con el
mundo y este se fuera acabar por ello.- dios, que filosófica, sin duda natural
a la par que sencilla, sonreí, pensando para mis adentros, Daniela, cálmate
parece que tienes quince años.
-me
llamo Alessandro Contini.-dijo asintiendo con un gesto de cabeza.
-Daniela
Barcala.- él solito había conseguido romper el hielo, mejor, porque si hubiera
tenido
que romperlo yo, todavía estaríamos esperando.
-bueno,
los apagaremos ¿no? aunque se acabe el mundo.- mientras hablaba ladeo
ligeramente
la cabeza, me miro de nuevo directamente a los ojos, acercándose en exceso y
sonrió.
Vaya
es de los que escucha, lo que dijo, termino con mi tiempo y posibilidad de
poder enviar el mensaje a Juan.
-en
fin.- dije mirando mi móvil que se apagaba, pensando en voz alta.- ¿eres de
Milán?-el nerviosismo de tenerlo a mi lado y de que el avión empezaba a moverse
para despegar, me empujaron a hablar.- como mínimo italiano, con ese apellido.-bien
otra tontería más por mi parte, es obvio
que es italiano.
Abrí
el envoltorio de la chocolatina, es como el que se dedica a doblar un clip para
calmar
los nervios o dejar de sentirse incómodo, yo como chocolate.
-no
y si, voy a Milán por trabajo, soy de Nápoles, es un poco complicado, vine a
Madrid
por trabajo y de momento no regreso a Nápoles, tengo que asistir a una feria en
Milán
¿y tú?
Sonreí
al pensar en la forma tan sutil en que profundizaba la conversación, intuía que
aunque el soltara información, seria yo la que terminara contando más.
-yo
también voy a Milán por trabajo.- obvio el avión iba a Milán, muy bien Daniela,
sigue
metiendo la pata.-bueno más bien, por una entrevista de trabajo, pero soy de
Salamanca,
aunque trabajo actualmente en Madrid.- Bla, bla, bla... ya empezaba.
-la
conozco, es una ciudad magnifica, tranquila de día e increíble la marcha que
hay por
la
noche, he ido algún fin de semana, con amigos de Madrid que les encanta como lo
decís
vosotros la ¿juerga? ¿la marcha? –se rio.- ¿salir de copas?
-veo
que lo dominas.- dije molesta y realmente no sé porque, sabía que Salamanca se
la
conocía
por eso.
-también
tenéis muy buenos restaurantes, comimos de maravilla.-dijo.- tenéis una gran variedad
de platos, perdón por la efusividad pero soy un fan de vuestros primeros
platos.
-me
alegro.- sin saber qué decir de nuestra gastronomía.
-
también conozco, su universidad tengo un gran amigo que estudio allí, sus
monumentos
son muy bellos, me gustaron también los
alrededores, una vez nos fuimos
a un
lugar que había un montón de cerezos en flor, fue increíble, tengo unas fotos
fantásticas.
Parecía
que también le habían dado cuerda, me
fije detenidamente en él según
hablábamos,
como buen italiano gesticulaba mucho con las manos. Me intimidaba,
miraba
siempre fijamente a los ojos, los suyos eran de un azul oscuro, penetrante,
como
buscando
algo que mi expresión no le daba a conocer. Se aproximaba a mí demasiado,
me
provocaba.
Ni
me había dado cuenta de que habíamos despagado, que llevábamos un rato de vuelo, hasta que vi a
las azafatas por el pasillo ofreciendo
bebidas. Yo pedí una coca cola y el agua con gas, nos dieron una bolsita de
frutos secos.
Mirando
hacia mi envoltorio vacío de la chocolatina, le dijo a la azafata;
-¿tiene
algo de chocolate? A ella le gusta más.- me miro sonriendo.
Cuando
levante la cabeza la azafata nos miraba con carita ñoña, como si fuéramos unos
recién
casados en luna de miel, eso me cabreo, me olvide por completo del detalle que
acababa de tener, no me gusta que me manipulen ni que me den de comen, por muy
encantadora que sea su sonrisa.
Ofuscada
corte la conversación en seco, además no
le conocía de nada, sabía que iba a una feria en Milán, no sabía de qué era la dichosa feria, no
paraba de hacerme preguntas, bueno yo había abierto la veda, pero me estaba
empezando arrepentir.
La
azafata después de unos segundos, le tendió una mini chocolatina, el me la
paso.
Decidí
poner mi interés en mis revistas, para evitar la conversación, pero él no tenía
ganas
de dejar de hablar;
-¿y
de que es la entrevista?- dijo mirándome fijamente de nuevo y no parecía
percatarse
de
que yo no quería hablar más, tenía dos opciones, o pasaba las dos siguientes
horas sin dirigirle la palabra por contestarle una bordaría o continuaba con
normalidad esperando a que se cansara de una conversación insulsa, gano la
última opción.
-es
para optar al puesto de escaparatista de La Rinacente.- dije sin importancia.
-es
estupendo ¿no?- su cara demostraba verdadera sorpresa, como si se extrañara que
yo optara a ese puesto.
-sí,
bueno, es genial… pero de momento solo es una entrevista.
- en
Madrid trabajas de eso ¿de escaparatista?- debió de notar en mi cara que
mosqueo
de a
qué viene tanta pregunta.- yo me dedico a la telefonía, informática, investigo
lo
último,
lo patento y lo comercializo. Es el trabajo perfecto para un hombre sin familia
como
yo, ganas mucho dinero, viajas mucho, llega un momento que no sabes en que
parte
del mundo estas…
Guapo,
inteligente, con pasta, soltero, quizá debería empezar a pensar que en vez de
ser un sicópata, que me sonsaca información, para secuestrarme y venderme en el
mercado negro. Sea un posible ligue, o mi futuro marido, como me gustaba
montarme películas, sonreí, había gente a la que estas cosas le pasaban ¿no? Podría
ser…¿ mi guía italiano por el mundo del sexo? quizá me provoque lo suficiente y
tengamos que echar el primer polvo en el baño del avión…hum... Daniela eso solo
pasa en las películas, a quien quiero engañar, yo no soy de esas, me reí de mi
misma ¿yo echando un polvo rápido, con un tío que está buenísimo, en el baño
del avión? Ni de coña.
Seguía
oyendo su voz de fondo, sentí un escalofrió de ¿placer? salí de mi ensoñación;
-…el
jueves vuelo a Alemania, ¿si te dieran el puesto que regiones de Italia
tendrías que
llevar?-
dijo sin parecer percatarse de mi carácter despistado.
-de
Emilia Romagna, hacia arriba, Piamonte, Lombardía, Véneto.- mire su cara de
asombro.-
si lo sé, es grande, y de momento no se a cuantas tiendas… uf... No quiero
pensarlo,
todavía no tengo el puesto.
-te
lo darán, estoy seguro.- dijo con un tono amable y seguro, con sus ojos clavados en los míos y una sonrisa tremendamente sexy.
Me
revolví inquieta en mi asiento, la imagen de él y yo haciendo el amor… ejem…
follando
como locos, me vino como un flash. Tenía que quitar esa imagen, le hable de mi trabajo
le hable de Juan y Lucia. Pase a contar mis inquietudes cuando una voz que yo no
escuchaba, dijo que en diez minutos aterrizábamos en Milán. El avión aterrizo
con suavidad y antes de que pudiera levantarme de mi asiento, se levantó él,
sacando mí
equipaje
y el suyo;
-¿te
vienen a buscar?-me pregunto.
-si
viene una amiga, la que me ha metido en todo este lio, Valeria.- venga Daniela
esto
se
acaba y no tienes su teléfono ¿a qué esperas? ¿A qué te lo de él? Eso era en
otros
tiempos,
tienes que echarle ovarios, coger la iniciativa, por dios tienes treinta y dos
años.-
-¿has
facturado equipaje? Yo si para que la ropa no llegara demasiado arrugada.- dije
en
un
intento de alargar el momento y la conversación.
-yo
no, siempre viajo ligero de equipaje ¿en qué hotel estas?
-
Hotel Antica, me ha dicho Valeria que es un hotel nuevo en pleno centro
¿y
tú?- sigue Daniela, no pares la conversación o te vendrás abajo.
-lo
conozco, está muy bien. Sí, es nuevo y está al lado de la mejor tienda de
delicatesen.
Yo me hospedo en el Hotel Napoleone.
-!en
pleno monte Napoleone ¡ tiene que ser una pasada , no quisiera marcharme sin
dar
una
vuelta por allí, sería como un delito para alguien que se dedica a
escaparatismos.-
dije
feliz.- voy a conectar el móvil.-sin saber que más añadir.
- al
final, no lo hemos echado de menos ¿no?- dijo sacando el suyo del bolsillo,
mirándome
de nuevo fijamente a los ojos, escrutándome.-como no mensajes, no sé
cuántos
mensajes.- su móvil sonaba frenético.
El
mío también sonó, mensajes del cambio de compañía telefónica, Telecom, tres
mensajes
de Valeria, decidí mirar lo primero los sms de Val;
“….
Espero que tengas buen viaje, nos vemos en nada wapa!!...”
“… entro
en una reunión de emergencia, te iré contando quizá me retrase…”
Mire
la hora del mensaje 9:55 de la mañana.
“…cariño,
me es completamente imposible irte a buscar, coge un taxi y pídele recibo, lo paga la empresa… me paso por el hotel a
recogerte no más tarde de las doce, la
entrevista,
será un almuerzo de trabajo, en un restaurante del centro, adiós amor…”
-¡valla
mierda!-me salió sin pensar, mire mi teléfono.- que rabia ¿y ahora qué hago?
-¿Qué
pasa?- me pregunto Alessandro.
Nos
habíamos quedado los dos parados en el medio del pasillo;
-ya
no me vienen a buscar, me toca coger un taxi.
- de
eso nada, estamos a más de media hora de Milán.- dijo enfadado.
El
chico que teníamos detrás empezó a carraspear y caí en la cuenta que
entorpecíamos
la
salida de la gente, me dio mi equipaje de mano y nos encaminamos hacia la
puerta de
salida
del avión, mientras íbamos por el túnel que nos llevaba a recogida de equipaje,
seguimos
hablando;
-da
igual lo paga la empresa.- mi tono era colérico, me estaba empezando a cabrear,
pues sí que empieza bien el viaje.
-¿y
qué?-.- dijo.
-joder,
que me importa una mierda, voy a coger mi equipaje y me largo a las doce la
tengo
en el hotel.- gruñí, que coño le importa, lo que tenga que hacer, manipulador
de
las
narices.
-haber
Daniela, escúchame.- me sujeto el brazo y me paro en seco.- si me escuchas un
momento,
tengo un auto de alquiler esperándome en el parking. Yo te llevo, ¿vale?-me
miraba,
como preguntándose si realmente le escuchaba y entendía lo que me decía.
-vale,
de acuerdo.- cedí, que cabezota, me dejo sin argumentos.- ¿Podemos irnos a ver
si a salido el equipaje? estoy muy justa de tiempo.- asintió con la cabeza.
Mi
maleta salió pronto, menos mal, nos fuimos directos al parking a coger el
coche, un último modelo, en color azul oscuro casi gris, como sus ojos. La
verdad es
que
era el coche que le iba, elegante, sport y a la vez sofisticado. El interior
era de piel y
madera,
daba pena sentarse;
-¿pero
quién coño eres?- dije alucinada, sin poder sujetar mi lengua.
- te
lo dije, gano mucha pasta.- dijo sonriendo, con un gesto como diciendo, yo no
puedo
evitarlo.
Con ese pedazo
de coche y su conducción suave, los cuarenta y cinco
kilómetros que
había
desde el aeropuerto al centro de Milán, los hicimos en escasos veinte minutos.
Allí
estaba yo en Milán, a la puerta del Hotel Antica, de fachada moderna, apenas
tenía
tiempo, cogí mi maleta del maletero, sin esperarle a él. Me quede mirándole,
once
y
treinta minutos;
-anda
ve, se cómo te llamas y en que hotel te hospedas, prometo llamarte, daremos
un paseo, que mínimo invitarte a un cappuccino en Monte
Napoleone.- sonrió.-te lo prometo.- me rozo suavemente los labios y me dedico
una de sus mejores sonrisas.
Luna Soler
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