El vuelo salió a su hora, esta vez volé a Linate, tarde mucho menos
tiempo en
llegar
a la cuidad, fui directa a mi apartamento, en la espera de mi vuelo en Madrid
mande un mensaje a Basile, para que
estuviera pendiente de mi llegada para darme las llaves.
Ya
en el aeropuerto de Milán, había hablado con él, para comentarle mi llegada, me
estaba esperando en la puerta con una sonrisa. No es por nada, pero que bonito
era mi piso, pasamos revista a la casa, estaba muy limpia, las cajas que había
enviado, estaban el perfecto estado, esperándome a que las desembalara.
Me
despedí de Basile agradeciéndole su gran
trabajo, no es fácil dar con un profesional como el, después de un apretón de
manos me entrego las llaves. Justo en ese momento vibro mi teléfono, un sms, como
no, era Alessandro, tenía telepatía, le llame;
-¡HOLA!-
chille ansiosa, nuestra relación había mejorado mucho desde la charla. Sentía
que
podía confiar él, nos habíamos abierto más, no solo era sexo telefónico, bueno
no tengo ni idea de cómo llamarlo.
-Hola
¿Dónde estás? ¿Ya has llegado a Milán?
-estaba
pensando en ti en este momento.- escuche una risita por el teléfono, tontamente
sonreí
yo también.- Alessandro la casa es preciosa, me gusta más que la primera vez
que
la vi…
-siempre
tan exagerada…ya pareces italiana.
Reí,
desde el otro lado del teléfono.
-estas
feliz…
-¿cuando
llegas tú?
-pues
llego esta noche, pero tengo un problema…
-¿Cuál?
¿Puedo hacer algo?- pensé ¿quizás se había echado para atrás?
-no
quiero obligarte.
-¿obligarme
a qué?
-hay
a una feria de telefonía y están completos todos los hoteles, sé que suena
increíble
pero
es…
-no,
no, te creo, a mí me ha pasado, dormir en un hotelucho por no haber nada libre
y
dar
gracias ¿y qué vas hacer?
-pues
le he dicho a mi empresa, que tengo un amiga que vive en Milán que “quizá”
estaría
encantada de dejarme dormir en su sofá
-¿y
que amiga es esa? ¿La conozco? ¿Qué clase de amiga es?
-es
una amiga muy especial, con derecho a roce, si ella se deja.- mi risa sonó por
el
teléfono.
Ya tenía los nervios plantados en el estómago,
como una quinceañera.
-¿y
ya le has comentado el tema?
- si
-¿Y?
-estoy
esperando su respuesta, vamos Daniela solo serían dos días, el lunes ya podría
encontrar
hotel, la feria acaba el domingo, hum…no se ¿si te pago el hospedaje con
sexo?
-ya,
se dice muy bien… pero… tendría que ser del bueno
-¿lo
dudas?
Nerviosa
sin saber que contestarle, con mil ideas pasándome por la cabeza, le solté la
primera
tontería que me vino a la cabeza;
- me
encanta hacerme de rogar, pero me es imposible negarme, si, por supuesto que puedes quedarte tonto. ¿A qué
hora llega tu vuelo? ¿Quieres que te vaya a buscar al aeropuerto?
-
no, no te preocupes, me dejan un coche
de la empresa en el aeropuerto. Llegare a eso de las 8:30, cojo el coche y me
voy directo a tu casa.
Por
extraño que parezca, esa última frase me gusto como sonaba, pero me produjo un
escalofrió.
-¿qué
numero era?
-el
2-4, pues te dejo… si quiero que duermas en mi casa esta noche, tendré que
quitar
algunas
cajas, si no, no vas a entrar, adiós amor.
-así
sin más, un adiós amor, a horas de nuestro primer encuentro amoroso, me
destrozas
el
corazón.- dijo hablando exageradamente.
-tonto,
además como bien has dicho, ese encuentro tendrá lugar si yo me dejo…Seguro que
tienes la maleta a medias y yo tengo mucho que hacer, empezando por comprar
comida, tengo la casa vacía de forma literal, así que confórmate con el adiós
amor y a la noche te doy el resto… bueno no se… tendré que pensarlo.
-
eso me gusta más, ¿qué te vas a poner…
-adiós.-
y colgué el teléfono, mientras todavía oía sus risas.
¡Madre
mía! Tenía que comprar comida, colocar alguna caja, hacer la cama y darme
un
repaso a mí misma…
Reventada pero
monísima a las ocho y media estaba sentada en mi sofá, con comida
precocinada, de
aspecto espectacular en la nevera, con un mini vestido con vuelo, de
color azul
eléctrico, descalza, me sentía sexy. Me serví una copa de vino blanco del que
iba a servir en
la cena, casi todo era pescado y marisco. Hum, estaba bueno, era
espumoso,
semidulce, cuando llegara Alessandro estaría en su punto de temperatura
perfecto, tenía otra botella en la nevera enfriándose. Escuchando el disco de
música suave, sugerente, tan relajada que casi me quedo dormida. No recordaba
esta
situación, yo esperando al hombre con el que podía llegar a tener una relación
seria,
no
estar nerviosa, me sentía confiada, Alessandro era un hombre, se le veía
desenvuelto,
maduro, un hombre hecho y derecho, ¿sería verdad que existían algunos
así?
A
las ocho cincuenta, sonó el timbre de abajo, salte de un bote del sofá, cuando
apreté el
botón
para abrir la puerta note el hormigueo en el estómago, como sería el vernos,
resultaba
extraño, que se quedara a dormir…ya me extrañaba a mí, aquí están los
nervios…
hace dos semanas, cuando estaba cenando con él y hubiera pensado esto, me
hubiera
reído. Sonó el timbre de la puerta y salí de mi embobamiento.
Abrí
y ahí estaba el. Con una camisa de lino blanca de manga corta, unos vaqueros,
un
fular
de color gris claro al cuello y su mejor sonrisa, estaba bronceado, llevaba un
bolso
fin
de semana de piel marrón, entre las asas, una gastada cazadora vaquera. Me
miraba
directamente
a los ojos, mi respiración se aceleró, sin que yo me diera cuenta, por fin
hablo;
-puedo
pasar.- dijo con su permanente sonrisa en los labios.
-¡perdona!
Por favor pasa, te he dejado en la puerta…- le hice el gesto con la mano para
que
pasara, detrás de el cerré la puerta.
Tenía
pensado enseñarle la casa y así ir rompiendo el hielo para que nos relajáramos,
pero
cuando llegamos al salón, soltó bruscamente el bolso y se giró hacia mí, estaba
a un paso por detrás de él, me paso su mano por la cintura y me atrajo hacia
él, nuestras bocas se juntaron, nos besamos con brusquedad, ansiosos, me sentí
desplomar, me sujeto fuertemente y me acerco más a él, ¿eso que notaba era su
…?maldita mojigata, él tenía razón no podía ni siquiera pensar en su,
“erección” se agolparon en mi todas las
conversaciones
que habíamos tenido y quise experimentarlo todo allí mismo en ese
momento,
le desabroche el cinturón con ansiedad, los botones de su vaquero, le intente
quitar la camisa, torpemente, no me soltaba. Las ganas que teníamos, el deseo y
la premura se apoderaron de nosotros. Sentí que sus manos estaban ahora en la
cremallera de mi vestido, cuando hubo holgura suficiente cayó al suelo,
dejándome en ropa interior, me miro, su mirada me decía que me deseaba, se
quitó la camisa, me susurro al oído;
-esto
es lo que se llama un cobro por adelantado.- me beso en cuello, suspire. Le di
un
pequeño
mordisco en la oreja, pareció gustarle, volvimos a besarnos y a trompicones
llegamos
al sofá, cuando nos tumbamos, yo ya no tenía sujetador y él había perdido los
pantalones,
agarre su cara obligándole a que me mirara, le atraje hacia mi ansiosa por
sentirle,
notaba como me humedecía de placer. Puso su mano en mi pecho y fue bajando
por
mi cuerpo, besando, lamiendo, su mano estaba entre mis piernas, volviéndome
loca,
besaba
su cuello, su pecho, mi cuerpo se arqueaba de placer, lo aferraba a mí, sentía
sus manos por todo mi cuerpo. Nuestra
respiración era agitada, me miró fijamente un momento;
-Daniela.-
esbozo mi sonrisa favorita, me beso con
dulzura, siguió bajando por mi cuello hacia mi pecho, creo que arañe su
espalda, colocándose encima de mi cadera, me obligo abrir más las piernas, al
penetrar dentro de mí, mi cuerpo se llenó de descargas eléctricas, tensándose,
nuestros cuerpos se movían al unisonó. Su boca vagaba de mi boca al cuello, a
mis pechos, lamiendo, mordisqueando mi pezón, me volvía loca. Mis manos iban de
su cuello, a su espalda. No podía más, mi cuerpo se tensó, llegamos juntos al
orgasmo, me sentía llena y agotada a la
vez.
Quería
más… Un pequeño roce de su boca en mi pezón, me hizo entrecortar la
respiración, nunca había tenido sexo que me hubiera echo abandonar
por
completo mi cuerpo, no había vivido la sensación de complicidad y acople que
había sentido con Alex . Volvió a repetir el gesto y de mi boca salió;
-más.-
mis deseos… se cumplieron.
Extenuados
y sudorosos, nos quedamos uno en encima de otro en el sofá, mire el reloj
las
once y dieciséis minutos, sonreí, mientras decía;
-tengo
hambre ¿y tú?
-me
muero de hambre…
-me
ducho en un minuto y preparo la
cena.-dije, me dio un pequeño beso en la boca.
-yo
pongo la mesa, ve a ducharte.
Me
volvió a besar, le devolví el beso, no lo podía creer, ¿quería repetir? ;
-no…
no…- dije intentando zafarme de él.- no… me voy a duchar
Me
levante del sofá desnuda, sentí sus ojos en mí, con una sonrisa juguetona, me
fui al
baño,
una ducha de agua fría me despejaría un
poco, estaba un poco dolorida, falta
de
práctica, pensé.
Casi
había acabado, cuando se abrió la mampara, no pude por menos de observar su
cuerpo. Nada más llevaba puesto los vaqueros, me ofreció la toalla al ver
que
cerraba el grifo. No soltaba una palabra solo observaba, me sentí intimidada,
cogiéndome
la mano me saco de la ducha y me acerco a él, me ayudo a secarme con
gestos
íntimos. Ante la proximidad, oía su
respiración, sentía su calor,
me excite.
Tiró la toalla al suelo dejándome vulnerable:
-me
gusta como huele tu piel.- dijo con voz ronca mientras depositaba suaves besos
en
mi
cuello y el mentón. Mi cuerpo flotaba entre la relajación de sus besos, el
agotamiento
y no
haber comido en horas, me sentí desfallecer, suspire profundamente.
Me
apoyo la espalda en la pared, el frescor de los azulejos me despejo un poco, su
boca se iba acercando cada vez más a la mía, le agarre del cuello, mirándole,
lo acerque a mí, le bese, pillándolo por sorpresa, se aplasto contra mi cuerpo,
casi dejándome sin respiración. De repente paro, quedándose a pocos milímetros
de mí, acercaba su boca abierta, cuando yo me acercaba, él se alejaba con una
sonrisa;
-bésame.-
Apoye la cabeza en la pared, él se acercó de nuevo, aferrándome el cuello, me
aproximo a él, besándome de nuevo;
-me
vuelves loco.- respiro hondo.-no puedo más.-su voz denotaba disgustó.- necesito
comer.-
me acerco el albornoz, para que me lo pusiera.
Cuando llegamos
al salón, los platos de marisco estaban repartidos ya por la mesa, no
quedaron ni las
migas. Esa noche dormimos en la cama, desnudos, con mi cabeza sobre su pecho,
escuchando su respiración.
Luna Soler
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