Cuando
llegue al número 16 de la calle Doctor Esquerdo, Juan mi compañero de piso,
me
estaba esperando en la puerta. Desgarbado con su pelo castaño, revuelto y más
largo
de
lo normal, me miro con sus ojos marrones. Nada más parar el motor el coche,
dejándolo
en doble fila, me baje corriendo a darle, no, quizá fue más a recibir, un
fuerte
abrazo.
Sentí su cariño, su fuerza, su serenidad… estaba en casa, ya no estaba sola.
Bajamos
las cosas del coche, dejándolas en el hall del apartamento, decidió acompañarme
a aparcar, no quería dejarme sola. Ese sencillo gesto, me dio tranquilidad.
Juan
había ido a Salamanca al funeral de mis padres, él y Lucia mis amigos que
tenía
en Madrid.
Lucia y yo éramos compañeras de trabajo, Juan era
vendedor en la tienda de una gran firma,
en la calle Serrano, justo al lado de donde trabajábamos nosotras.
Lo conocí por Lucia, con ella conecte nada más
conocerla, era comunicativa y alegre, te ganaba al instante, ella vendedora y
yo escaparatista. Un día que fuimos a
comer, me presento a un chico atractivo, de imagen impecable, nada más verlo me
pareció de lo más seductor, su personalidad era extrovertida. La hora y media
que teníamos para comer se me pasó como si fueran diez minutos entre risas, nos
contamos experiencias vividas en nuestros trabajos, fue como si nos
conociéramos de toda la vida, aunque suene a tópico. Cuando terminamos, ya
tenía piso decente para vivir en Madrid
y un chico increíble con quien compartirlo.
Una
vez instalada, no tarde mucho en darme cuenta que los gustos de Juan no iban
hacia
el
sexo femenino, deje por imposible mi obsesión, la segunda vez que un chico se
quedó a pasar la noche, entonces Juan se convirtió en mi
mejor amigo. Es más, creo que todas las chicas deberíamos tener un amigo gay,
no sé porque, pero ellos nos entienden, nunca se come la cabeza, ni me crea malos
rollos, siempre está ahí, en todos mis momentos malos, como ahora.
Aparcamos
no demasiado lejos de casa, el breve paseo, el aire en mi cara, me sentó muy
bien;
-¿cómo
estás?- me pregunto Juan, pasándome el brazo por el hombro.
-no
lo sé, no me creo que haya pasado, me parece que me van a llamar en cualquier
momento
para decirme si voy el fin de semana.- me dio un escalofrió, que me puso la
piel
de gallina, me pegue al cuerpo de mi amigo, buscando su calor.
Una
vez en casa me preparo sopa caliente y
un poco de jamón. Me senté junto a él en el sofá, esperaba sus preguntas, en
parte estaba ansiosa por poder hablar con alguien, al no desahogar, todo era
más terrible, dada vueltas en mi cabeza sin parar;
-¿quieres
hablar de ello? en el entierro, como me tuve que volver para Madrid, no me dio
tiempo hablar contigo y lo lamento mucho- me pregunto tanteándome.
-sí,
sin problema, lo necesito.- deje tomando a pequeños sorbos la sopa, que me
había servido en una taza humeante.
-¿cómo
fue realmente el accidente? ¿Se saltó la mediana, se quedó dormido o
iba
borracho?
-
pasaba el nivel, pero muy poco, fue la velocidad que llevaba, se quedó dormido,
según me dijeron al quedarse dormido, piso el acelerador, aumentando la
velocidad. El irónico destino quiso que ese… ese asesino, diera la cabezada,
cruzando la
mediana,
a más de doscientos, justo en el mismo momento, que pasaban mis
padres.-
respire un momento.-Mi padre era el que conducía, no quiero pensar lo que le
paso por la cabeza, mientras el coche se les venía encima.- me dejaba hablar, que
las palabras salieran solas, deje el tazón sobre la mesa, no podía comer, me
acurruque contra su pecho, me pasaba la mano por mi brazo arriba y abajo.-
dicen que los dos murieron el acto. Pero eso nunca lo sabré con certeza ¿no crees?-
llore abrazada a él durante un rato, mientras hablamos un poco más del accidente,
de lo duro que fue la identificación y el traslado, poner en marcha todos los
temas legales, incluido el juicio por el accidente:
-¿y
ahora que pasara? ¿El seguro….?- dejo la pregunta en el aire como si dudara que
fuera
demasiado pronto para hablar de ese tema.
- me
imagino que se pagara alguna indemnización, yo me conformaría con que le
metieran
en la cárcel de por vida, Juan esto es un asesinato.-estaba indignada.- no
será
rápido, pasara mucho tiempo, hasta que se tome una resolución sobre el seguro y
lo
que le hacen al que mato a mis padres.
Luna Soler
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