CAPÍTULO 2
Apoyado en la columna de la balconada del primer piso,
observaba como un halcón que espera su presa. Sus informadores le habían confirmado
su llegada a Venecia y sabía que no podría resistir la tentación de asistir al
baile.
Podía imaginar todas las sucias mentiras que habrían metido
en su cabeza, por favor, debía ser solo una cría, no estaba hecha para ese
mundo, menos aun cuando no sabía la verdad, pero yo se la mostraría poco a poco.
Distinguí la marca al instante, pero no a la mujer a la que
le pertenecía, se ajustó el antifaz con la mano izquierda, siendo perfectamente
visible la marca de nacimiento en forma de estrella, algo ruda, debajo del dedo
meñique.
Baje la escalera, haciendo señas a mis hombres, para que la
fueran abriendo camino directamente hacia mí, sin que ella se percatara en ningún
momento. En el instante de llegar al último escalón, la tenía a mi alcance;
-¿me concede este baile?- dije con una leve reverencia.
Estaba muy nerviosa, parecía que la gente me conducía por el
salón como si yo no tuviera voluntad y constantemente tenía la sensación de que
se me iba a caer el antifaz, cuando tropecé o llegue hasta él, me sacaba casi
la cabeza, su cabello era negro y algo rizado, sus ojos verdes y su boca
seductora, cuando me pidió bailar, me regalo una sonrisa llena de confianza en sí
mismo, que a mí me puso aún más nerviosa. Tenía que concentrarme en mi objetivo,
enterarme cuál de esas mascaras pertenecía al dueño del Palazzio .
Creo que en ese momento si le hubiera quitado el antifaz estaría
sonrojada, no permití que dijera que no, la aferre fuertemente por la cintura incomodándola,
comenzamos a dar vueltas al ritmo del Vals que sonaba, era preciosa, con la mandíbula
tensa y seguramente el ceño fruncido, intentando sin éxito no mirarme a los
ojos, al terminar el baile, ambos
aplaudimos y yo me mezcle entre la gente, mientras observaba como se quedaba, estática
y desconcertada.
Donde estaba, no estaba muy puesta en etiqueta, pero
desaparecer así era una falta de educación imperdonable, iba a moverme hacia la
pared del fondo cuando un sirviente se acercó con una nota;
-para usted Signora.- la cogí de su mano y rompiendo el
sello lacrado, leí;
Ponte dei Sospiri, Domani a 24:00
Sola Condesa Montanari
Desde cierta distancia, vi como abría la nota, bien, la partida de
ajedrez había comenzado, se había movido la primera ficha.
Luna Soler
… mañana más…
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